06 marzo, 2007

¡Cuántos años nos quedan! El aumento de la esperanza de vida en Chile

El índice de esperanza de vida en Chile aumentó 23 años en relación a la década de los cincuenta. Esto significa, que los recién nacidos podrían llegar a vivir en promedio, 77 años. Situando a nuestro país, en el primer lugar de Latinoamérica. Pero junto con ser una cifra alentadora, llegar a los 80 podría convertirse en una agonía si las condiciones de vida no son las más adecuadas.

Patricia Ferrada Montecinos

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En la época medieval los hombres vivían en promedio no más de 35 años. A comienzos del siglo XX, quienes tenían 50 eran considerados viejos. Hoy en día, no es extraño que los chilenos puedan superar los 75 años de vida. De acuerdo al Enfoque estadístico 2004, del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la esperanza de vida de los recién nacidos en nuestro país es de 77.3 años, 74.4 para los hombres y 80.4 las mujeres.
“La esperanza de vida al nacer - señala Mirta Rodríguez, jefa provincial del INE- representa la probabilidad de años que vivirá una persona sometida a los riesgos vitales que afectan al momento de su nacimiento a la población a que pertenece. Este indicador sitúa a Chile entre los que (como Cuba y Costa Rica) constituyen el escalón más alto de la región. Y tal como sucede en el resto del continente, las mujeres tienen una esperanza de vida, más alta que los varones (6 años más)”.
“Este aumento se relaciona directamente con la disminución de la mortalidad infantil. -indica- La Tasa Bruta de Mortalidad es el número de defunciones por mil habitantes. Durante el periodo 2001-2002 por cada mil nacidos vivos, sólo ocho fallecían antes de alcanzar 1 año de edad, (En la región del Bío Bío esta cifra es de 9.2). En cambio, en 1920 fallecían 256 niños. Así, en los últimos 80 años la mortalidad infantil descendió aproximadamente un 97%”, comenta finalmente Rodríguez.
Factores importantes de incidencia en las cifras, son los progresos en la calidad de vida y el campo de la medicina. De acuerdo a lo explicado por fuentes del Servicio de Salud de Ñuble, “el cambio demográfico se debe en gran medida a la profesionalización y el avance de la técnica en la atención de parto y post parto. Hay también una mayor preocupación, a nivel sanitario, para ofrecer requerimientos a las madres de escasos recursos, ya sea en alimentación, leche, atención de salud, etc. Del mismo modo, se han hecho esfuerzos para erradicar enfermedades transmisibles, infecciosas y parasitarias, que hace 100 años mataban a porcentajes considerables de la población. Hoy en día, las principales causas de muerte, tienen que ver con enfermedades crónicas, cardiovasculares, accidentes o tumores, un cambio epidemiológico. Junto a ello, aumentan los niveles de fecundidad, ya no mueren tantos niños al nacer, pero se da una alta disminución de la natalidad, situaciones que se traducen finalmente, en el envejecimiento de la población”.
En vista que la pirámide poblacional del último Censo, comienza paulatinamente a ensancharse en los rangos etáreos de 39 años hacia arriba, en comparación con la pirámide del censo 1992, se hace notorio el aumento de la población adulta y adulta mayor. Por lo mismo, surge la necesidad de disponer de recursos sociales y sanitarios suficientes para atender a los más de 3 millones de personas que tienen sobre 50 años, y que en gran número se ven afectadas por enfermedades degenerativas que merman su autonomía personal e incrementan su nivel de dependencia.

TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA, UNA SOCIEDAD QUE ENVEJECE CADA DÍA

“El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos”, decía una antigua canción. Frase que hoy se hace patente al constatar las cifras que anuncian un aumento de los años de vida de los chilenos. Pero además de ser más viejos, los indicadores señalan que cada vez somos menos. Desde la década de los 60 el país comenzó a reducir repentina y sostenidamente sus tasas de fecundidad. Esto, sumado a los niveles de mortalidad, dio como resultado una caída en el ritmo de crecimiento demográfico. De acuerdo a la información del Instituto Nacional de Estadísticas, la tasa media de crecimiento anual alcanza el 1,1 por cada 100 habitantes. Y después de Magallanes y la Antártica Chilena, el Bío Bío, es la región del país con el índice más bajo (0.71). Es decir, el segundo lugar en Chile donde nacen menos niños.
Asimismo, las mujeres, que hace 5 décadas tenían en promedio 5.3 hijos, a comienzos del siglo XXI, ese número disminuye a 2.4 por madre. Las razones de estos cambios están ligadas a los métodos anticonceptivos y de planificación familiar, que se promovieron con fuerza a partir de los años 60. Otro factor importante, tiene relación con la disminución de los matrimonios. En la provincia de Ñuble se registraron 2.928 matrimonios en el año 1990, en contraposición a los 1.691, del 2003. En definitiva, los chilenos se casan menos que antes o lo hacen en edades en que la etapa reproductiva femenina va en franco descenso.
La edad media del chileno es alrededor de 31 años. Los menores de 15 años de edad representan casi el 30% de la población en la actualidad, y los de 50 y más años el 20%. Sin embargo, hay un aumento proporcional de los segmentos con edades más avanzadas, los que superarán en número a los jóvenes a partir del año 2035.
Mª Ester Pérez, encargada provincial del Programa de Promoción de Salud, señala que al estar más envejecida la población, tiene más requerimientos del sistema de salud. Y las autoridades se ven en la obligación de tomar medidas para curar, pero sobretodo prevenir… El Plan Auge -detalla la asistente social del Servicio de Salud- considera entre sus metas sanitarias, precisamente aquellas enfermedades que en la actualidad causan más mortalidad, como las cardiovasculares, respiratorias, tumores y traumatismos por accidente. Muchas de ellas asociadas a malos hábitos alimenticios, stress o sedentarismo. Pero también, se preocupa de generar instancias que enseñen y fomenten estilos de vida y ambientes saludables. Existe acuerdo en reconocer que las estrategias preventivas deben ir orientadas en un espectro amplio que incluya desde la educación de la población hasta el desarrollo de programas específicos de tratamiento y prevención. Con ello se busca conseguir más años de vida, y con bienestar”, señala Pérez.
Pero los requerimientos de todas las generaciones engloban diversos sectores, biológicos, sociales, médicos, culturales, educacionales, etc. Maria Ester Pérez, explica que el concepto de calidad de vida obedece a factores como vivienda, alimentación, vestuario, recreación, seguridad social, trabajo, ingresos, etc… y que la atención de salud es sólo una de las aristas: “La salud es un producto social, que se relaciona con el bienestar físico, psíquico y social de las personas. Por lo tanto, se requiere la integración y proyección intersectorial, familiar y comunitaria. Que todos los entes involucrados en el desarrollo comunitario, participen mancomunadamente”, concluye.


¿MÁS AÑOS DE VIDA, O MÁS VIDA A LOS AÑOS?
Organismos públicos y privados miran a la tercera edad con inusitado interés. Ya sea por su desarrollo creciente, las nuevas demandas y potencialidades que conllevan o como nicho comercial poco explotado. El nuevo Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA); El Programa Vacaciones Tercera Edad de SERNATUR y otras iniciativas privadas, como Vida Plena de La Araucana, demuestran que los mayores de 60 años tienen varias opciones para mantenerse activos y contar con una atención integral que abarque aspectos bio-sico y sociales, considerando que el buen envejecimiento aleja las tristezas y frustraciones generadas por la dependencia física o económica y la soledad. La Casa del Encuentro del adulto Mayor, del INP, ubicada en calle Constitución, es uno de esos organismos que se preocupan por desarrollar actividades recreativas entre adultos mayores, fomentar el auto cuidado y promover la participación y asociatividad. Clara Contreras, encargada de la gestión administrativa, comenta que en Chillán existen más de 80 clubes de adulto mayor, lo que demuestra lo organizados que están los abuelos, producto muchas veces de una tradición cultural y de disponibilidad horaria. Estos grupos –señala- asisten continuamente a las reuniones y cursos que se efectúan, ya sea recreativos, deportivos o culturales, como los talleres literarios y el Festival de la voz. Los abuelitos no quieren quedarse atrás, y ahora en marzo se iniciará un curso de alfabetización digital, para estar al día con la computación”, puntualiza.
Pero, para que la calidad de vida de los más ancianos sea efectivamente mejor, debe ocurrir un cambio cultural de toda la población respecto a la valoración y trato hacia los adultos mayores. Muchos viven solos, les cuesta adecuarse a los sistemas de transporte o comunicaciones, y se sienten discriminados por una sociedad que avanza vertiginosamente, casi sin considerarlos. Para las autoridades, una vida digna y serena para quienes tienen más edad, debe asegurar una vejez tranquila y fuera de la indigencia. Y las políticas actuales se orientan en buena medida a estos grupos, que también han visto avances.
Según los resultados de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica – Casen, la condición de indigencia entre los ancianos ha disminuido progresivamente desde 1990. De 4,7% en marginalidad, la cifra se redujo a un 1,6% en el año 2003. Hasta el año 2003, el 64,8% de los adultos mayores era pensionado del INP y el 54,6% de ellos se encontraba entre el primer quintil de ingresos más bajos. Denotando los altos niveles de pobreza entre la tercera edad. Otro 15,7% de adultos mayores obtenía su jubilación a través del sistema de AFP, un 8,6% de compañías de seguros y el 6,5% de una caja de las Fuerzas Armadas. Asimismo, El 81,7% de las personas de más de 60 años se atiende en el sistema público de salud, mientras que sólo el 7,5% está afiliado a una Isapre, y el 4,1% no tiene ningún tipo de previsión. Sobre las condiciones de vivienda del grupo etáreo más alto, el 79,8% reside en casa propia pagada, un 6% vive en casa propia aún pagándose, y el 4,2% arrienda su actual vivienda. Por otro lado, resulta significativo constatar que el 56% de los adultos mayores de 60 años son mujeres, de las cuales el 38,1% son viudas y el 12,4% viven solas. Situación que demanda un mayor cuidado.
En definitiva, los estilos de vida, la exposición a factores de riesgo y las posibilidades de acceso a los sistemas de salud, determinan la calidad de vida y la funcionalidad que existirán en la vejez.