20 febrero, 2007

EL FIN DEL MILENIO


En el Capítulo X “El Fin del Milenio” del libro “Historia del Siglo XX”, Eric Hobsbawm presenta el escenario en que se desarrolla nuestro mundo al finalizar el siglo XX. La imagen que ofrece el autor es la de un conglomerado de países que no logran establecer un ordenamiento, ni una estructura que los dirija de forma macro, y sólo se atisba el poder manipulador de una súper potencia que ha logrado imponer su forma de vida, política y economía a casi todo el planeta. Nos ofrece también la reacción espontánea que las personas, agrupadas o no, tienen ante estos hechos, y cuáles serían las consecuencias para nuestro hábitat si una creencia económica sigue avanzando sin medir consecuencias. El texto es la imagen de un periodo histórico que podríamos llamar de transición, pero hacia qué… imposible saberlo. Como bien dice el autor, la Futurología no es el campo de la historia, pero evidentemente, “El Fin del Milenio” nos ofrece lineamientos de lo que podría suceder.



El Caos de los Noventa
Al finalizar el siglo XX no hay un ordenamiento internacional, no hay una entidad que dirija, ordene, oriente e inclusive sancione el obrar internacional, de acuerdo a criterios de objetividad y neutralidad. A modo de ejemplo, surgían nuevos Estados sin reglamentación, y las fronteras se cambiaban sin que nadie pudiera regular o mediar en ello. No existía una voz oficial a quien todos obedecieran y acataran. La ONU estaba desprestigiada, y las grandes potencias, que antes establecían y daban las directrices, a fines de los noventa se enfrascaban e imbuían en sus propios problemas, y no prestaban mayor atención a lo que el concierto internacional decía. La Organización de Naciones Unidas, que nació como una instancia supranacional para garantizar el cumplimiento de las autonomías y la no injerencia en la autodeterminación de los países para ayudarlos a resolver pacíficamente sus conflictos, ha flaqueado ante los petitorios de EEUU, y ha actuado de acuerdo a sus intereses hegemónicos.
Las mismas Conferencias Internacionales, Cumbres y otro tipo de reuniones entre países, no dejaban de ser encuentros protocolares beneficiosos más bien para el intercambio comercial.
En definitiva, un mundo al cual sólo le interesaba velar por sus propios intereses, y donde el bien común global era menos preciado.
La existencia de un país con el poderío político, como Estados Unidos, que acomodaba la balanza de acuerdo a su incumbencia, hacía todavía más inoperante la existencia de una entidad imparcial, que velase por la unidad y estabilidad del planeta en armonía. Todo Organismo de ese carácter, ya estaba manejado soterradamente (a veces evidentemente) por el país del águila calva.
A fines del siglo XX existía un dueño del mundo, y no había nadie que pudiera decir o hacer algo al contrario.

El Miedo al Terrorismo
Tras el término de la Guerra Fría, el fantasma de la confrontación de Potencias desaparecía paulatinamente. La URSS y EEUU se amenazaron y estuvieron a punto de declararse la guerra en muchas ocasiones. Sin embargo, fueron otras tensiones las que efectivamente llegaron a estallar: Las Malvinas e Irán/Irak, señala Hobsbawm, “eran un claro ejemplo de que Guerras que nada tenían que ver con las superpotencias, eran posible en cualquier momento”. Y aunque el Conflicto Nuclear no se produjo, el peligro de guerra se mantenía, aunque de una forma distinta a lo que se pensaba.
Las particularidades del comercio, la ciencia y la economía favorecieron la obtención de medios para la destrucción. Desde cualquier parte del mundo, bastaba tener capital para conseguir armamentos o elementos para desarrollarlos en forma privada. Ello facilitó el surgimiento de agrupaciones armadas de carácter terrorista que pusieron en apuro a muchas naciones. Se estructuraban de acuerdo a diversas causas: territoriales (ETA), ideológicas (Fundamentalismo islámico), religiosas (Ira), económicas (Colombia), políticas (Chile, Perú), etc.
Asimismo, otro germen se comenzaba a incubar. La teoría del Centro y la Periferia se hacía evidente en el escenario mundial, y a raíz de ello, se sucedían conflictos entre los habitantes de las regiones más pobres versus las más ricas. Odios y resentimientos fueron surgiendo de un lado y otro, que terminaron por manifestarse, tanto en la antipatía contra Occidente y su forma de vida (Fundamentalismo islámico), como en la xenofobia, el rechazo a los inmigrantes latinos, y el surgimiento de grupos neonazis en Estados Unidos y Europa.
Todo ello, predispuso a los países tercer mundistas contra el mundo desarrollado (y viceversa), tal como dice Hobsbawm: “Había desaparecido el principal activo del Imperialismo, la mansedumbre de las poblaciones coloniales para conquistarse y dejarse administrar por las potencias”… Ahora, cualquier intervención de algún país poderoso sobre otro más débil, iba a costar más sangre, sudor y dólares, de lo que las Potencias esperaban.

Caída de las Ideologías
Hobsbawm muestra cómo el fracaso del Comunismo Soviético representaba también el término del ideal marxista-socialista. A su vez, la doctrina antagónica, la Ultra Liberal, también estaba en quiebra. El liberalismo económico había demostrado ser ineficiente, y sobretodo depredador, en el más amplio sentido de la palabra. Sin embargo, sobrevivió, aunque transformado, y reformulado. En este escenario, desprovisto de cualquier certeza, los hombres simplemente no saben qué puede ocurrir, no tienen idea cuál debe ser el siguiente paso. Y en el plano de las políticas sociales y económicas, “la duda” es en extremo peligrosa.
En lo estrictamente religioso, el fin del milenio también se mostraba difuso. La búsqueda de algo en qué creer, que diera cierta orientación a los individuos desesperanzados, fue tierra fértil para el surgimiento de sectas y cultos militantes. Si bien no era la situación de gran parte de la población, cada vez era más significativo lo que estas creencias estaban logrando. En el caso del Fundamentalismo Islámico, no se daba respuesta a los problemas cotidianos de los individuos, sino que buscaban atacar y criticar la forma de vida de esos países que explotaban la miseria del mundo, y que los ofendían con sus lujos y con la liberación femenina.

Los Problemas del Mundo
Hobsbawm cree que los principales problemas que deberá enfrentar el hombre a partir del siglo XXI, tendrán que ver con lo demográfico y lo ecológico. Ambas cuestiones tienen como denominador el hecho que nuestro hábitat parece no estar dando abasto para sobrellevar la vida humana.
Estos problemas tienen su demostración más clara en el plano social. La población sigue aumentando vertiginosamente, sobretodo en aquellos países más pobres y más carentes de alimentos. Los países más prósperos parecen haber alcanzado una cierta ventaja con las políticas de planificación familiar que han estancado el crecimiento poblacional, pero que sin embargo no han sido la solución definitiva. La falta de recursos naturales y económicos en algunos países del globo ha obligado a millones de personas a emigrar a zonas mejor abastecidas. Masas de latinos, africanos y otros tercer mundistas inquietan a las naciones desarrolladas. Personas que buscan mejorar sus expectativas de vida, principalmente trabajando para obtener salarios que ayuden a sus familiares, han sido muchas veces repudiados y rechazados por grupos xenófobos, que ven en estos individuos una amenaza a su integridad nacional. Obviamente, en esta relación, nuevas y más profundas fricciones se van produciendo, las que, según Hobsbawm, “no pueden pasarse por alto, y deberán tomarse en cuenta a nivel global en las próximas décadas”.
Asimismo, el tema ecológico, que llamó la atención con fuerza a partir de los setenta, comienza a ser analizado y tomado más en serio a fines del milenio. Si bien, atenta contra su importancia el hecho que se trate de un problema a largo plazo, la opinión publica ya se preocupa y asume –aunque con lentitud- que se trata de una cuestión de índole universal. En este sentido, el “capitalismo salvaje”, que no escatima en medios ni consumo de recursos por lograr la tan requerida “ganancia económica”, es uno de los principales causantes del deterioro de la calidad de vida del planeta por causas ecológicas. El calentamiento global, con el aumento de los niveles de dióxido de carbono, sobre todo por los países desarrollados, la desforestación, la extinción de especies de flora y fauna, la contaminación de las aguas y de la atmósfera, son sólo algunos ejemplos de lo que el “Progreso” le está haciendo a la Tierra. Lamentablemente, la conciencia ecológica en los grupos económicos parece no ser tan elocuente a fines del siglo XX.
Como corolario, a fines del siglo XX un nuevo concepto se introdujo con fuerza, el del “desarrollo sustentable”, que no es más que un intento por equilibrar la humanidad, los recursos renovables que consume, y las consecuencias que sus acciones provocan en el medio ambiente. Una idea que puede ser el comienzo de la solución de los problemas futuros del hombre, una idea sin embargo, que es incompatible con un sistema económico que apunta a la “búsqueda ilimitada de beneficios económicos sin importar el cómo”.

Economía de la Desigualdad
Según Hobsbawm, la brecha entre los ricos y pobres se siguió ensanchando en el mundo de finales del siglo XX. El capitalismo vive un inusitado auge, producido principalmente por el colapso de la Unión Soviética y del ideal socialista, pero en su renovación ha desarrollado un carácter que propende a la desigualdad como factor de desarrollo.
La situación de desigualdad económica y de mala distribución de las riquezas, señala Hobsbawm, es “caldo de cultivo” para innumerables problemas futuros. El auge del neoliberalismo económico ha traído riqueza a algunos países, “La edad de oro”, pero también, ha aumentado y hecho más pobre a un porcentaje mucho mayor. El desempleo, y el empleo precario, ocasionados por la necesidad de los capitalistas de bajar los costos de producción y de mano de obra, se han convertido en fenómenos demasiado comunes no sólo en los países subdesarrollados, sino también en las otroras “Grandes Potencias” (Alemania, Gran Bretaña, Francia).
Para Hobsbawm, el principal problema que debe enfrentar el mundo, no es cómo multiplicar la riqueza de las naciones, sino cómo distribuirla equitativamente en beneficio de sus habitantes. Y ése debería ser el gran tema del nuevo milenio: “La distribución social, y no el crecimiento”.
Democracia, Desidia Política y Medios de Comunicación
En este punto, nuevamente el rol de la potencia hegemónica se hace notorio. Estados Unidos ha sido capaz de manipular a los organismos internacionales, supuestamente imparciales, que tenían como objetivo apoyar a los países más desarraigados. El FMI o el Banco Mundial, han sido eficazmente utilizados por Estados Unidos, para propagar su ideología y economía, sobretodo en las naciones más pobres que recurren a ellos por apoyo económico. Curiosamente, el aumento en la brecha entre ricos y pobres favoreció a estas entidades de crédito, y por ende, al país que los dirige. De esta forma, se expandió el concepto de libre mercado, la empresa privada y el comercio libre mundial.
En otro aspecto, el adelanto tecnológico trajo consigo la masificación de los medios de comunicación. Herramientas fundamentales para la difusión de doctrinas, pero también para pulsar el actuar de los políticos. Cada vez fue más difícil controlarlos, y las principales tendencias ideológicas podían contar editorialmente con algún medio. “La importancia de los mass media en el proceso electoral, opacó a los partidos e incluso al sistema electoral”.
La opinión pública surge como elemento decidor a la hora de establecer programas de gobierno, pero es también fuertemente manipulada, porque su voto representa el pensamiento o la creencia popular. Es ésta “Opinión pública”, la que va a guiar las principales decisiones, aunque muchas veces ni siquiera esté informada o verdaderamente le importe lo que se discute. La opinión pública será el benefactor anónimo y descaracterizado, al cual se le van a prometer todas las regalías y todos los sueños. De esta forma, señala Hobsbawm, “la política se convirtió en un ejercicio de evasión, ya que los políticos se cuidaban de decir aquello que la opinión pública no quería oír”.
Este panorama hizo que a fines de siglo, un gran número de ciudadanos se haya defraudado de la política, dejando tales asuntos fuera de su incumbencia, en manos de “la clase política”. Para muchos, el proceso político pasó a ser irrelevante, y empezaron a adquirir inusitada importancia las actividades que provocaban placeres momentáneos y escapatoria, como los espectáculos, el consumo, las actividades deportivas, y por supuesto, las drogas. La idea de partidos de masa, como en la primera mitad del siglo XX, era en este periodo, impracticable.
No obstante, la despolitización de las masas no dejó el camino libre a los políticos del todo. A fines del siglo XX, los grupos minoritarios y disidentes estuvieron siempre atentos por actuar en el escenario político, empleando incluso los medios de comunicación. De esta forma, concluye Hobsbawm, en el siglo XX la gente corriente entró en la historia por su propio derecho colectivo: “El siglo que acabó demostró que se puede gobernar contra todo el pueblo por algún tiempo, y contra una parte del pueblo todo el tiempo, pero no contra todo el pueblo todo el tiempo”.

Última Reflexión

Tras la lectura al documento de Hobsbawm, es imposible no establecer un paralelo con lo acontecido en los primeros años de nuestro actual milenio. Tal panorama no dista mucho con lo que Hobsbawm señaló. En lo económico, en lo político, en lo social, el mundo parece haber salido de un molde, que se estructuró tras la caída del Muro de Berlín.
Pero hubo un acontecimiento en el 2001 que ha comenzado a cambiar la historia. El 11 de septiembre de ese año un ataque terrorista en la ciudad de Nueva York, trajo consigo miles de muertos, y la destrucción de ciertos iconos de la cultura americana. Pero inclusive fue más allá…
La gran potencia estaba amenazada, pero ya no eran los clásicos enemigos, los que Hollywood se encargó de caracterizar muy bien en los ochenta. Esta vez, se trataba de “los hijos del odio” que la política “yankee” había engendrado. Grupos terroristas que no tenían más motivo que el resentimiento contra una cultura que los ofendía. Tenían como foco al estadounidense, pero que en el fondo estaba contra todo el mundo occidental.
El terrorismo armado, y el apoyo que Estados Árabes han dado a estos grupos (financiera y políticamente), han estructurado un porvenir todavía más incierto. Un futuro que algunos han señalado dramáticamente como el enfrentamiento de dos civilizaciones. Oriente v/s Occidente. Tal vez la situación no sea tan grave, pero lo cierto es que ambas culturas se encuentran hoy (como siempre) en posiciones demasiado divergentes. Y el problema no está en los postulados o en la esencia de tales culturas, sino en la actitud que las personas de un lado y de otro tienen para manifestar sus diferencias. El gran problema parece ser la falta de “Tolerancia”. En los inicios de éste siglo XXI, el gran virus que carcome y amenaza a la humanidad, es la carencia de la capacidad de soportar y aceptar al otro en sus diferencias. Así como en la Antigüedad, cuando los griegos no toleraban a los hombres provenientes de otras culturas, y los llamaban bárbaros; o como en la Edad Media, cuando el Cristianismo no soportaba disidentes y condenaba a quienes no pensaban igual con las penas de la Inquisición; o como en la época de los Descubrimientos Geográficos, cuando a negros e indígenas se les esclaviza y/o extermina, por ser desiguales. Esa misma falta de tolerancia es la que hoy parece recobrar vida en la sociedad del siglo XXI.
Y que mejor ejemplo de falta de Tolerancia que la política económica de George W. Bush. El presidente de EEUU sigue desafiando a los países islámicos, bajo el pretexto de “la guerra contra el terrorismo”, y aludiendo a los peligros que representan el hecho que algunos países con movimientos radicales extremistas puedan hacer uso de armas nucleares para cometer ataques terroristas. La política de Bush no ha hecho más que aumentar los recelos internacionales.
Pero por lo mismo, ¿Quién teme ahora a EEUU?... La invasión a Irak y Afganistán, y lo nefasto que han sido para Estados Unidos, y otros países estas decisiones (España, por ejemplo), han puesto a la Gran potencia Mundial en una situación de descrédito como nunca antes se vió. No es extraño que Corea o Irán, se desentiendan de los llamados al “Desarme nuclear” que hace la Comunidad Internacional. No es extraño que incluso en Latinoamérica, un Hugo Chávez o incluso el Presidente de Argentina, Kishner hayan echo caso omiso a decisiones y peticiones de EEUU, como por ejemplo en temas que competen al FMI.
La Invasión a Irak demostró que el uso de la fuerza genera más problemas que soluciones y exacerba odios y rencores. El mundo tal vez ya no esté tan de acuerdo con seguir a EEUU en sus decisiones… ¿qué hará la comunidad internacional entonces? Es una parte de las incertidumbres que traen consigo el Nuevo Milenio.